Nombre: Brandon Romero Romero.
Laura Gil.
Asimetrías
Una de las claves para la sostenibilidad
de la paz territorial está en evitar las asimetrías entre quienes fueron
actores de la guerra y la población que lucha por un sustento magro, pero
digno.
No nos
podemos dar el lujo de que las víctimas del conflicto armado sigan esperando la
reparación integral mientras los combatientes reinsertados se instalen, junto a
ellas, con subsidios, empleos y proyectos productivos, en las mismas regiones
que azotaron con la violencia.
Una de
las claves para la sostenibilidad de la paz territorial está en evitar las
asimetrías entre quienes fueron actores de la guerra y la población que lucha
por un sustento magro, pero digno –campesinos, obreros, desempleados y todos quienes
se las arreglan para subsistir con un salario mínimo–. El único tratamiento
diferenciado que se puede aceptar debe estar dirigido a las víctimas del
conflicto.
Una vez
firmado y refrendado el acuerdo de paz, el Gobierno deberá actuar de manera
expedita para mostrar la voluntad política de respetar los compromisos
asumidos.
Como lo
dijo Reynel, una de las víctimas que visitaron La Habana, “a las Farc no podrán
ponerlas a esperar como a nosotros”. Pero las víctimas llevan décadas esperando
y la misma Ley 1448, de Reparación de Víctimas y Restitución de Tierras, tiene
una vigencia de diez años, de los cuales solo nos quedan seis.
Siete
millones de víctimas figuran en el registro y, a pesar del esfuerzo fiscal del
Gobierno, solo alrededor de medio millón han recibido indemnización. Pero la
mayoría de quienes han recibido la compensación monetaria no han tenido acceso
a las formas complementarias de reparación, como los proyectos de generación de
ingresos, los subsidios de vivienda, las bolsas de empleo y demás. La oferta
estatal de reparación permanece dispersa, y se podrían contar con los dedos de
las manos las personas que fueron reparadas de manera integral.
A la
Unidad de Víctimas se le pide una misión imposible: la coordinación de un
sistema con más de 40 entidades que comparten responsabilidades. Muchas las
evaden, el dinero no da para todo y la gradualidad de la reparación constituye
un principio de la ley. Aun así, es mucho lo que se ha hecho, desde la puesta
en marcha de una arquitectura institucional hasta el compromiso presupuestal y
la construcción de un registro único de víctimas.
Son
tales las expectativas creadas que pronto podremos estar en un escenario donde
prevalezca la percepción de que los reinsertados reciben mejor atención que las
víctimas. No estamos lejos. La población desmovilizada es más pequeña; el
sistema institucional que vela por ella, menos complejo y más funcional; y la
oferta estatal, más focalizada.
La
asimetría en la atención estatal entre guerreros y civiles podría provocar nuevos
focos de conflicto en las comunidades.
El Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados vivió en carne propia
los problemas de las asimetrías. En los noventa, los poblados de África central
se resintieron por la presencia de campos de refugiados que les creaban costos
de seguridad y ambientales, sin compartir beneficios. Los refugiados tenían
acceso a mejor alimentación, mejor salud y mejor educación que la población
local. Acnur, entonces, cambió la estrategia de intervención para dirigir sus
programas a la localidad entera. Todos ganaron.
En
Colombia, las comunidades afectadas por la violencia, aquellas donde convivirán
víctimas y victimarios, deberán recibir los dividendos de la paz con mayor
urgencia. Al final, las oportunidades deberán beneficiar al territorio, no solo
a los desmovilizados.
Queda
la esperanza de que, desde las regiones, víctimas y guerreros asuman la
construcción del país del posconflicto trabajando hombro con hombro. No será
fácil, pero sí es posible si el Estado responde de manera más rápida, más
eficiente, más afectuosa a más y más víctimas. Una víctima reparada se
convierte en motor de reconciliación. Queda poco tiempo.
Conclusiones.
Hay
mucha razón en este artículo con la afirmación de que las víctimas, pueden
tener menor protagonismo que sus victimarios. Pero también el artículo deja por
fuera hechos que en pasados procesos de negociación se presentaron y
seguramente se van a repetir.
La
discriminación de quienes supuestamente han negociado su deuda con el país y
sin embargo quedan para siempre la persecución de que son objeto de un mal
acuerdo.
Para mí
a la mayoría se le olvida, que tal vez de alguna forma pueden dar oportunidad a
beneficiar al territorio de la manera que un acuerdo de paz pueda solucionar
cualquier cosa a medida de su tiempo relacionada con el mejoramiento del país.
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